“... A veces creo que este mundo anda al revés... Por ejemplo: si yo hubiera nacido en esta época, estoy completamente segura de que mi nombre no fuera Elizabeth María, sino, Elízabet Mary. Mis nuevos vecinos, esos que alquilaron la casa de Eliseo, esos sí que son expertos en cambiar nombres. Oigo llamar dizque a German, en lugar de Germán; a Oskar, en vez de Oscar; a Dámary, en lugar de Damaris. Lo mismo hizo la hija de mi comadre Agustina, esa mochó los nombres de sus cuatro hijos: Marian, Vivian, Robert y Albert. A todos los nombres les quitó la última letra. ¡Pobres muchachos! ... Bueno comadre, ya que terminé de barrer, voy a preparar el tinto para que se tome uno, bien calientico. Pero… ¿yo estoy hablando sola es la vaina? Bueno, podrán tildarme de todo lo que quieran, menos de loca porque en todas partes veo a niños, jóvenes y adultos hablando solos, con un aparatico en la oreja y nadie dice que están locos”.