Arnoldo fue alemán, sacerdote de la diócesis de Münster, profesor de Matemáticas y Ciencias Naturales, director del Apostolado de la Oración, escritor y editor, fundador de tres congregaciones misioneras, pionero de la animación misionera, promotor del apostolado seglar y del ecumenismo y, en definitiva, misionero para el mundo. Éstas son, sin embargo, las brasas menores. Pero sirven de ayuda para mantener al rojo vivo las brasas mayores, aquéllas que queman de verdad: su experiencia de Dios, su relación con Jesús y con el mundo, su testimonio profético, su permanente lectura de los signos de los tiempos para responder a la voluntad de Dios, su audacia misionera. Todo esto lo convierte en una parábola de Jesús. Ahí radica su actualidad. Porque la parábola es “como una mecha que sirve para buscar una piedra preciosa”. Lo que interesa es la piedra preciosa, el tesoro, que es Jesús mismo. Y el camino, que es personal e intransferible.