Estamos en Santiago de Cuba, en la segunda mitad de la década de los 50.
Cotidianamente, la prensa da cuenta de los fallecidos en el día anterior: nombre, dirección y causa de la muerte. Hay quien muere de cáncer, de gastroenteritis o tras un ataque al corazón. Pero la mayor parte de los difuntos lo han sido por una causa misteriosa: por Bertillón 166.
Así, escudándose en la clasificación de las causas de la muerte que había creado el francés Bertillon (padre de la policía científica) en el siglo XIX, el régimen mafioso y criminal de Fulgencio Batista eludía dar a conocer la verdadera causa de la muerte: el tiro a bocajarro o la tortura llevada al extremo.
Son años de guerrilla en la sierra y de rebelión en las ciudades, singularmente en Santiago, donde los estudiantes, organizados en el movimiento 26 de julio, protagonizaban la revuelta. Son años de insurrección contra una tiranía que había devenido insoportable.
Bertillón 166 es la novela de esa insurrección. Una novela vibrante y conmovedora, en la que se alternan la tragedia y la esperanza. Una novela, traducida ya a numerosos idiomas, cuyas páginas están impregnadas de los valores más esenciales: aquellos que dotan de humanidad a nuestra especie.