Lo de Bertoni contra todo presupuesto y contra toda lectura no es sólo muerte ni sólo enfermedad. Porque cuando uno grita, o quiere gritar y le falta el aire, asiste a su impotencia. Y no hace más que asistir a su propia y enorme impotencia, la que por suerte para nosotros quedó registrada en este libro. Es la perturbación de la carne cuesta abajo, la perturbación del descreimiento, es una cierta perturbación que nos asiste riendo para no romperlo todo a su paso, incluyendo nuestra vida y su frágil sistema de ilusorio equilibrio. Aquí no se salva como dice Blas de Otero ni Dios.