Todo empezó como la búsqueda de una aventura y de querer experimentar nuevas y mejores emociones, con la energía del joven que se quiere comer el mundo de una mordida. Lejos estaría todavía de saber en qué se convirtió en mi vida con el paso de los años. Estaba al comienzo del día mirando a la calle desde la ventana de mi apartamento en Bogotá y reflexionando cómo “carajos” terminé viviendo en Colombia, añorando estar con mis hijos en México, y como este maldito negocio fue envolviéndome hasta adueñarse de mi vida y de mis actos. Como una acción tiene su reacción y una cosa lleva a la otra y las consecuencias y no se alcanza a imaginar uno, cuanto puede cambiar su destino estas malas decisiones. Y recuerdo cuántos amigos, si así se les puede llamar, están tres metros bajo tierra o a miles de kilómetros de sus casas encerrados como animales sin ver tan siquiera el sol y enterrados en vida en lúgubres penitenciarias, siendo sus carceleros, los más insensibles seres sobre la tierra. Esos que dominan el mundo y cuyos pecados son quizá peores que los que cometen estos infelices y reparten la justicia cual iluminados. No quiero decir con esto que todos sean malos, pero el sistema envuelve a todos ellos y de eso ni ellos pueden escapar.