En el pensamiento tajante de Petro, la oligarquía siempre se ha negado a enfrentar su responsabilidad en el uso ilegítimo de la violencia para contener a la oposición y las luchas sociales. Al establecimiento le ha costado mucho trabajo crear y fortalecer derechos y acciones que le permitan a la oposición actuar sin el riesgo de ser aniquilada o arrasada, como le ocurrió al M-19, a la Unión Patriota y a miles de ciudadanos atropellados por el Estado y sus aliados clandestinos, en especial desde 1978. La prolongada negación del establecimiento para construir canales donde se trancen diferencias entre gobernantes y sectores gobernados descontentos, nace en el temor de poner en riesgo las instituciones, que en realidad quiere decir poner en riesgo el status quo del establecimiento.