En 1941, Daniel, un joven alférez de 21 años, escribe a su hermano Albert, de 25, una serie de 33 cartas que constituyen una unidad conceptual muy clara: el proceso, lleno de incertidumbres, ilusiones y decepciones, que vive Daniel en busca de un futuro profesional y vital. Las primeras 14 cartas van de Tarragona a Manresa, lugares de residencia respectivos, hasta que las cartas empiezan a llegar desde Alemania y Rusia, porque Daniel se ha incorporado a la División Azul. Albert puede leer, entonces, fragmentos como éste: “[...] estas heladas y nevadas tierras rusas, que tienen, como nos describen todos los autores, algo de ensueño, de misterio, de desolación, de tristeza, y a la vez de acogedora intimidad […] Hay algo de sublime en todo esto, muerto y triste, que veo todos los días”.