«El pelo, una de esas menudencias en las que nadie piensa, pero que cambian culturas enteras.» La frase proviene de las memorias de Keith Richards, guitarrista de los Rolling Stones, pero también pudo haber sido la primera línea de este libro inclasificable que, con una desmesura que acaso participa del fetichismo y que no excluye la provocación, se ha propuesto pensar en la peluca, en lo que tiene de impostura y de protésico, como una vía oblicua para elaborar un retrato de la civilización occidental.
«El pelo, una de esas menudencias en las que nadie piensa, pero que cambian culturas enteras.» La frase proviene de las memorias de Keith Richards, guitarrista de los Rolling Stones, pero también pudo haber sido la primera línea de este libro inclasificable que, con una desmesura que acaso participa del fetichismo y que no excluye la provocación, se ha propuesto pensar en la peluca, en lo que tiene de impostura y de protésico, como una vía oblicua para elaborar un retrato de la civilización occidental. Mamífera y artificial, juguete del yo que ha sido insignia del poder y cómplice de una idea maleable de belleza, atrezo del disfraz y la simulación, la peluca ha estado del lado de la búsqueda de identidad tanto como de la parodia y la irreverencia, y si hasta hace muy poco, pese a su anacronismo y ridiculez manifiesta, cumplía una función ritual en el sistema de justicia británico, en una época contribuyó a que lo aparatoso e inútil se elevara a la categoría de buen gusto. Pero la cabellera postiza no es sólo una empolvada excentricidad de otro tiempo; ya sea como pasadizo sintético hacia una libertad efímera, ya como cuerpo muerto que se lleva a modo de refacción, está presente lo mismo en las fiestas que en las salas de quimioterapia, en las bandas criminales y la música pop, en las fantasías travestis y el arte contemporáneo. Con una elocuencia humorística que no renuncia a la profundidad, Luigi Amara desgrana uno tras otro los curiosos episodios que la peluca ha protagonizado a lo largo de la historia. Descreer del orden cronológico o, mejor, confiar en la idea del mosaico o del tapiz, en la conformación de una galería tan obsesiva como desconcertante, es uno de los aciertos de esta Historia descabellada de la peluca, cuyo método, un poco a la manera de los libros misceláneos de la antigüedad, consiste en la yuxtaposición de anécdotas que propician y encauzan a la reflexión, todo ello trenzado por una lucidez irónica de quien se revela como un observador sagaz.