A los trece años, el héroe de Historia del llanto ha completado una irreprochable formación progresista. Es sensible, ha cursado la escuela del dolor y la emoción, ha estado cerca de los que sufren, ha devorado toda la literatura militante que los años setenta obligan a leer en América Latina. Sin embargo, en septiembre de 1973, cuando asiste por televisión al putsch contra Salvador Allende y el Palacio de La Moneda arde en la pantalla, trata de llorar y se descubre seco como un desierto. Todo su precoz curriculum de simpatizante revolucionario empieza a zozobrar. ¿Y si fuera sólo un fan de la lucha armada? ¿ Y si de la revolución lo único que le interesa fueran la épica, el aventurismo sangriento, la mística a todo o nada que destilan las revistas donde la guerrilla narra sus hazañas?
Enfrentado al derrumbe de sus creencias más profundas, el protagonista de Historia del llanto sale en busca de los secretos de su defección y revisa una educación ideológico-sentimental en la que coexisten Superman, una pareja de pioneros del divorcio, un repugnante cantautor de protesta, una novia chilena de derechas, una piscina con un pulpo en el fondo, un oligarca torturado y un vecino militar que acaso no sea exactamente lo que parece ser.
Testimonio de alguien que no vio, no estuvo, no hizo nada, pero lo leyó todo muy de cerca, Historia del llanto es una novela en retrospectiva que reexamina los viejos tópicos de los setenta -la clandestinidad, las dobles vidas, el sacrificio- a la luz de un cruce equívoco pero fértil: el cruce entre los susurros de la intimidad y los estrépitos de la política.
Con esta excelente novela se confirma que «Alan Pauls es uno de los mejores escritores latinoamericanos vivos» (Roberto Bolaño) y que «El surgimiento de Alan Pauls es lo mejor que podría haberle pasado a la literatura argentina desde la estrella de Manuel Puig» (Ricardo Piglia).