Ernesto Durán sabe que está enfermo. Aunque los resultados clínicos digan lo contrario, desde que se ha separado de su mujer y vive solo, padece todos los síntomas de un mal que, según sospecha, puede ser mortal. Su mente, más que su cuerpo, no puede mentirle. No es un caso de simple hipocondría. Su obsesión va más allá: tiene la certeza de que sólo hay un médico que puede salvarlo. Pero el elegido, el doctor Javier Miranda, en esos mismos momentos se enfrenta a una tragedia personal: un diagnóstico irrefutable que señala que su padre, que lo crió solo desde que murió su madre, cuando era un niño, y al que está muy unido, tiene cáncer, y le quedan pocas semanas por vivir.
Mientras Durán necesita desesperadamente hablar de su caso, pronunciar sus dolencias, el doctor Miranda se siente rehén del silencio, es incapaz de hacer con su padre lo que siempre ha hecho con tantos pacientes: decir la verdad. La vivencia de la enfermedad en estas dos personas que ocupan posiciones tan distintas, el médico que sabe acerca de la vida y de la muerte y no quiere o no puede hablar, y el enfermo de angustia que sólo sabe que su sufrimiento no le deja vivir, es la columna vertebral que sostiene esta hermosa novela, madura, adulta, reflexiva y refinada, que nos susurra desde su primera página algo que personajes y lectores tenemos que asumir, algo que está en nuestra naturaleza: vivir mata.
Un libro notable, escrito en un registro inusual en nuestra lengua, que mezcla lo profundo con lo veloz, que apela a las emociones pero también a la inteligencia del lector, y se adentra en las formas con las que Occidente, actualmente, le ha dado la espalda a la enfermedad y a la muerte, en un empeño insaciable por construir un ideal de bienestar físico que tiene poco que ver con la verdad de la condición humana. Desde distintas historias, conmovedoras y tiernas, divertidas y trágicas, Alberto Barrera Tyszka nos propone una versión de la existencia que asume su fragilidad, que entiende que la enfermedad no es una vergüenza, y que trata de encontrar en la palabra literaria una posible experiencia de salud. En cualquier caso, la lectura de esta novela es una experiencia difícil de olvidar.
«Pocos escritores han sido capaces de describir este doloroso viaje hacia el final con tantísima exactitud. El escritor venezolano dota a la enfermedad de un poder literario sin precedentes al considerarla lo que verdaderamente es: el síntoma último de la vida.» (Oriane Jeancourt Galignani, Transfuge)