El big-ban de la campana de la torre de la ciudad anunció las seis de la mañana, cuando sobre nuestro escritorio encontramos el sobre que indicaba el nuevo destino que se nos había asignado. Nos recostamos sobre la silla que nunca utilizábamos debido a nuestras largas ausencias y un suspiro profundo nos acompañó, mientras nuestros ojos se cerraron agotados por el largo viaje que acabábamos de realizar… Al abrir el sobre y sacar la tarjeta blanca nacarada que se encontraba en su interior un silencio invadió el recinto, mientras que aparecían lentamente ante nuestros ojos, con una impecable caligrafía en letra cursiva, la palabra que designaba un país del cual nunca habíamos escuchado hablar. Lentamente nuestros labios pronunciaron, por la primera vez, su curioso nombre inscrito cuidadosamente con tinta rojo-sangre: Noexiste