«La vida transcurría como siempre, doña Mariana había sacado de su maleta los tebeos que nos había prometido tantas veces… dos niños pequeños, uno blanco y otro negro, intentaban llegar a Nueva York por todos los medios, pero los naufragios, los salvajes, los bandidos, el viento y hasta los indios, se cruzaban en su camino una y otra vez. Un aviador los recoge en el desierto cuando iban a morir de sed… pero cuando el avión llega a Nueva York, el aviador dice que no puede aterrizar y que si ellos se quieren quedar en Nueva York, sólo pueden optar por una solución heroica: tirarse en paracaídas. Los niños aceptan, saltan, pero aunque ven Nueva York, allí, al alcance de la mano, caen en el puerto, sobre la cubierta de un barco que en ese momento, precisamente, zarpa para Europa».