Sus nombres son heridas en la joven democracia de nuestro país. Luciano, Iván, Franco, Patricio, Bruno, Lucas, Kevin. Fueron jóvenes. Hoy son una deuda. Fueron víctimas de una violencia institucional que demostró que el autoritarismo en la argentina había dejado su germen profundo en las fuerzas de seguridad. Torturas, apremios, asesinatos, desapariciones formaron el menú caníbal de ese legado que recibió la argentina de la última dictadura militar. María Florencia Alcaraz narra en este libro historias de jóvenes que vieron el peor rostro del Estado: la violación de los derechos humanos por parte de los distintos actores del sistema penal. Las violencias estatales -por acción directa o por omisión- que encarnan y reproducen las distintas fuerzas de seguridad -Policía Federal, provincial o comunal; gendarmería; prefectura-, los servicios penitenciarios y las instituciones del sistema de administración de Justicia. Es un libro crudo, valiente, que alumbra, desde la narración y el pensamiento, aquellos rincones oscuros a los que, todavía, la democracia no ha podido iluminar.