Fabián Soberón, en su magnífico libro Ciudades escritas, nos habla más desde el sujeto que desde el objeto del deseo a ser explicado, porque en esta crónica lo que más importa, ante la extrañeza y el misterio de la ciudad americana, desde Middlebury hasta Hollywood, es la idea de pertenecer a lo visitado sólo a través de la propia soledad, que a veces pasa del asombro al extrañamiento alucinante, a la manera del cineasta David Lynch. Esa sensación melancólica convertida en sentimiento luego se transforma, a manera de “veladura”, en el tono verdaderamente seductor de este libro. Edgardo Rodríguez Juliá