En el pueblo creado Kalkan –al estilo Yoknapatawpha de Faulkner y Macondo de Gabo-, se suceden las estridencias propias de un lugar imaginado, pero con resonancias e implicaciones mundiales, en la dialéctica local-universal. El estilo del libro es limpio, y hace evocar a la pluma de García Márquez, cuando escribe En este pueblo no hay ladrones, pues es fresco, sencillo y cala en la imaginación. Kalkan permite adivinar a cualquier lugar del planeta, son historias casi cotidianas, cargadas de filosofía y humor. Ciertos acontecimientos resaltan el trabajo del escritor por hacer de su obra literaria el ingenio para mostrar una forma de pensar y de ser, un rostro de época. Hacernos reír para luego interesarnos por las grandes preguntas económicas, jurídicas, religiosas, éticas, amorosas y filosóficas que la humanidad parece estar olvidando es el estilo que inaugura Miguel.