En la economía española de finales del siglo XX sobresale un hecho sin precedentes en su proceso de internacionalización: por primera vez España emitió al exterior más inversión directa que la que recibió. Analizar este hecho constituye el objeto esencial de este trabajo. A tal fin, se comienza desbrozando el contenido de las estadísticas de inversión directa, único modo de captar la importancia de aquellos flujos de inversión que están llegando a España al reclamo de óptimas condiciones fiscales para los rendimientos del capital invertido en el exterior. Es decir, los mismos «flujos de paso» que primero se registran como inversión recibida se contabilizan después como inversión emitida por España al exterior. Descontando este efecto, las cifras de inversión recibida neta se reducen drásticamente, se invierte básicamente en servicios y poco en manufacturas. En cambio, la fortaleza de la inversión en el exterior, en exceso concentrada sectorial, espacial y empresarialmente, procede en gran medida del sistema productivo español.