«Uno no acaba de saber “de qué va” un libro hasta que ha terminado de juntar las piezas.
Extiendo ahora las cartas sobre la mesa, y me doy cuenta de que esta constelación de relatos breves y novelas cortas, de paseos y recuerdos entre la ficción y la crónica, dibuja, a su manera, una nueva entrega (otras voces, otras épocas, otras formas) de la autobiografía que comenzó con Un jardín abandonado por los pájaros, porque a fin de cuentas resulta que me parezco bastante a ese tipo que asoma por muchas de las esquinas, bajo diversas luces, con abrigos o camisas hawaianas, bigotes falsos o pelucas, mostrándose y escondiéndose, como en el juego infantil del cucú-tras.
Barrios perdidos y reencontrados, noches que parecían eternas, fantasmas resplandecientes, carcajadas que vuelven a resonar. Unas memorias en forma de álbum de cromos, almanaque o libro de horas. O un doble disco. O un cuarto de juegos: la puerta está abierta.»
En Juegos reunidos, Marcos Ordóñez recuerda, intuye y fabula, componiendo a base de retazos una suerte de autorretrato sentimental que es también el retrato de su generación y de su ciudad, la Barcelona de los setenta
«’Juegos reunidos’ nos habla, entre muchas cosas, de esas minúsculas saudades sobre las que se construye la existencia […] Por ese luminoso inventario de ausencias y vacíos, tal vez este sea un libro único.»Luis Pousa (La voz de Galicia)
«Toda vida es, en el fondo, un tablero de juegos en el que, en ocasiones, uno salta de oca a oca, pierde algún que otro turno en la cárcel (metafórica), pero siempre acaba llegando a la meta después de haber aprendido algo. ’Juegos reunidos’ deja muy claro lo que ha aprendido Ordóñez: ha sabido detectar exactamente qué es lo que le ha hecho feliz y ha decidido transubstanciarlo desde el recuerdo hasta un presente gozado a cada minuto.»Jordi Costa (Neupic Pro)
«Al terminar la lectura no sabemos si todo tiempo pasado fue mejor, pero sí que Marcos Ordóñez sabe encontrar, en el cedazo de piedras y barro de los recuerdos que se fueron, pepitas de oro que siguen brillando.»Antonio G. Iturbe (Mercurio)