El Cid, héroe español por antonomasia, era un viejo sueño de nuestro cine que se había intentado llevar a la pantalla en varias ocasiones desde la época del cine mudo sin lograrlo hasta que apareció por nuestros lares un productor de origen ruso, Samuel Bronston. Bronston no se privó de nada. Le gustaba hacer todo a lo grande. Sólo quiere lo mejor en cada departamento, y está dispuesto a pagarlo. La mejor fotografía, la mejor música, la dirección artística, el vestuario. Un director americano de prestigio, Anthony Mann. Los actores de moda del momento, Charlton Heston y Sofía Loren. España no sólo aportaba a la película sus magníficos paisajes, sus castillos, sus playas o la nieve de sus montañas. Paisajes y edificios históricos, como la Ermita de Nuestra Señora de los Remedios de Colmenar Viejo. También contaba con la solvencia de nuestros equipos técnicos y su capacidad para sacar adelante con éxito una gran producción al estilo de Hollywood. Este libro habla de eso, de la ilusión de tantas personas que participaron en la película. Pero también de los problemas, de las infinitas anécdotas que surgieron antes, durante y después del rodaje. De su influencia en la sociedad de la época. De los enormes intereses económicos en juego, cuando cada día de filmación costaba cien mil dólares. De las connivencias políticas. O del papel de la censura. No podemos olvidar tampoco el momento fascinante de su esperadísimo estreno, las polémicas de los críticos e historiadores, y las nuevas perspectivas que las sucesivas revisiones del film fueron aportando a una película maravillosa que, sin duda, forma parte ya de la historia del cine.