Anthony Mann es uno de esos directores más venerados por los adeptos a la teoría del cine de 'autor'. Esto es, un artista que ofrece historias con temas recurrentes, protagonistas que comparten una psicología comun y técnicas visuales que son tan reconocibles como su propia firma. Mann vio transcurrir los primeros años de su carrera entre películas de bajo presupuesto. Pero entonces llegó "Winchester '73", cuyo inesperado éxito tendría una doble consecuencia para el director: primera, confirmó el western como su género favorito; segunda, marcó el inicio de su fructífera relación profesional con James Stewart. Entre las ocho películas que hicieron juntos se cuentan títulos inolvidables como "Horizontes lejanos", "Colorado Jim" y "El hombre de Laramie", que ayudaron a otorgar al western una mayor respetabilidad entre los críticos sesudos. A comienzos de los años sesenta, Anthony Mann abandonó su género predilecto a favor de costosas superproducciones épicas como "El Cid" y "La caída del imperio romano", rodadas en España para Samuel Bronston. Pero cualquiera que fuese el género que tocaba en sus películas, la habilidad del cineasta para fotografiar paisajes espectaculares y su sexto sentido para expresar visualmente conflictos internos siempre están presentes. ¿No consiste en eso ser un autor?.