Samantha jamás hubiera imaginado que la persona objeto de su devoción le hiciera una revelación para la que no estaba preparada. Es entonces cuando su tranquila y poco emocionante vida da un vuelco. Sam le confía su desdicha a su mejor amigo y vecino, Jace, el cual, al intentar que ella afronte la tristeza, la persuade para ahogar sus penas en alcohol. De este acontecimiento resulta una carta al Papa y una lista de lo que Sam cree desear de su hombre perfecto. Sin proponérselo, Jace envía la lista a sus contactos y esta tiene una enorme repercusión.
Sam y Jace se ven obligados a responder a todos los que se autoproclaman «el hombre perfecto», mientras ellos dos van descubriendo las distintas caras de su amistad. Sam se sumerge en el mundo del romance, para luego emerger con una sola certeza: la perfección siempre se adapta a los ojos del que observa.
- Portadilla
- Créditos
- Dedicatoria
- Contenido
- Capítulo I - Mi nombre es Sam
- Capítulo II - Desgraciados todos
- Capítulo III - Señor Papa
- Capítulo IV - Asediada
- Capítulo V - Dios: primer encuentro
- Capítulo VI - De patatas y hombres
- Capítulo VII - Jace
- Capítulo VIII - Mimos
- Capítulo IX - El inicio de todo
- Capítulo X - Pateticidad
- Capítulo XI - Técnica y Práctica
- Capítulo XII - Asuntos
- Capítulo XIII - 007
- Capítulo XIV - Más
- Capítulo XV - Indecentarse
- Capítulo XVI - Sentido común
- Capítulo XVII - ¡Y se hizo la luz!
- Capítulo XVIII - Primeras veces
- Capítulo XIX - Ángel Perverso
- Capítulo XX - Dependiente
- Capítulo XXI: Distracciones
- Capítulo XXII: Secreto
- Capítulo XXIII: El regalo de Jace
- Capítulo XXIV: Cuarenta y dos
- Capítulo XXV: No me importa… tanto
- Capítulo XXVI - Pendiente
- Capítulo XXVII - Precedente
- Capítulo XXVIII - La lógica de Jace
- Capítulo XXIX - Hola, amor
- Capítulo XXX - Última parada
- Capítulo XXXI - Huye, Sam
- Capítulo XXXII - Tiempo
- Capítulo XXXIII - Privado
- Capítulo extra - Jace
- Agradecimientos