“Quería algo muy humanista, dando mucha importancia a la literatura, las letras, el arte; un colegio que fuera muy refinado culturalmente, muy libre y que no se hablara de religión, cosas que entonces eran impensables en la mayor parte de los centros del país”. Son palabras de Josefina Aldecoa, escritora y directora del colegio al que se refiere este párrafo: el colegio Estilo.
Ahora, esta filosofía no sorprende a nadie, pero es que el colegio Estilo se creó en 1959, cuando España empezaba a recuperarse de la posguerra y vivía bajo la dictadura franquista. Por entonces no abundaban precisamente los centros escolares donde estudiaran juntos niños y niñas y la educación fuera laica, personalizada y artística.
Ahora, la historia de esta escuela ha quedado recogida en un libro titulado Memoria de un colegio. Estilo, una experiencia de educación en libertad sobre la base de la comunidad. Su autora es la periodista Amalia Castilla, que presentó el libro recientemente en Madrid, en un acto donde acudieron muchos amigos y antiguos alumnos, rodeando a Josefina Aldecoa.
Además de directora del Estilo, Aldecoa es escritora. Desde muy jovencita se rodeó de intelectuales. De hecho, adoptó el apellido de su marido, Ignacio Aldecoa, uno de los nombres más importantes de la literatura española de los años 50, ya fallecido. Junto a él y a otros amigos, como la también escritora Carmen Martín Gaite, Josefina concibió la idea de montar un colegio diferente. No querían que sus hijos acudieran a escuelas franquistas.
Y así, sin más experiencia previa que su tesis doctoral, que trataba sobre la educación, y lo que había observado en colegios de Estados Unidos e Inglaterra, Aldecoa y su hermana se lanzaron a la aventura de dirigir el centro. Al principio sólo tenían 20 alumnos, todos pequeñitos, y a muchos de ellos los llevaban a casa en un taxi al que su dueño colocó un cartel con el nombre del colegio, como si se tratara de la ruta. Pero allí no había presupuesto para lujos. Las directoras cobraban un sueldo bastante modesto, el mismo que los profesores. Tampoco había uniformes: Josefina no quiso quitar a los niños la libertad de vestirse como les diera la gana.
El experimento funcionó muy bien desde el principio. Al segundo curso ya casi se había duplicado el número de alumnos, e incluso hoy en día hay lista de espera para matricularse en el centro. Llama la atención el hecho de que los apellidos de muchos de los alumnos son sobradamente conocidos; eso se explica si tenemos en cuenta que sus padres son, casi todos, intelectuales y artistas de los años 50, amigos de los Aldecoa. Algunos de ellos, como Carlos Saura hijo, acudieron a la presentación del libro".
Paloma Corredor Aula en El Mundo, 30 mayo 2002