Entre los grandes poetas del siglo XIX, no existe otro que domine la mente de los jóvenes como el poeta ruso Mijail Lermontov (1814-1841). La juventud es cautivada por la musicalidad inimitable de sus versos, por la extraordinaria fuerza y profundidad del pensamiento poético, por la sinceridad y lucidez del personaje lírico. Lermontov comparte con los jóvenes el sentimiento de soledad, la trágica ruptura entre los sueños y la realidad, así como la aspiración a una vida intensa. Cautivadora es la imagen del poeta, la aureola romántica que rodea sus orígenes, su surgimiento como gran poeta y heredero de la gloria de las letras rusas —de Aleksandr Pushkin—, su prematura y trágica muerte que vaticinó ya en su poesía de adolescente.