El suicida es, para Alfonso Reyes, aquel ser que entra voluntariamente en la danza. Aquel que por lucidez, exceso de intenciones o de sensibilidades ha enfermado. Es un crítico que, por cansancio o por odio a las rutinas sagradas de la existencia, renuncia a su oficio. Pero, sea que haya explicado previamente o no su doctrina del mundo, hay que interrogar al suicida. Por lealtad a la vida, sobre cada tumba de suicida debiera abrirse un interrogatorio a perpetuidad. Tan inaplazables como éste, hay otros temas que se examinan a lo largo del volumen: la conquista de la libertad, los modos fundamentales de saludar la vida o la sonrisa: “la sonrisa que es filosóficamente más permanente que la risa”, son algunos de ellos. Ésta, como toda la obra de Reyes, es una respuesta a la existencia misma. El suicida nos recuerda que estamos a bordo de la vida; vivir es nuestra profesión.
- Portada
- EL SUICIDA
- Noticia
- El suicida
- Dilucidaciones casuísticas
- La sonrisa
- Los desaparecidos
- La conquista de la libertad
- Sólo es digno de la libertad y de la vida
- El vicio
- La filosofía de Gracián
- La evocación de la lluvia
- Nuevas dilucidaciones casuísticas
- El misticismo activo
- El criticón
- El griego decadente
- El hombre de todos los pensamientos
- La crisis de Descartes
- La escala de Diótima
- La metempsícosis
- Prometeo o la Guerra de los Titanes
- El prejuicio olímpico
- Resumen
- El fraude
- Monólogo del autor
- La lámpara solitaria
- La primera golondrina
- Bautismo del libro
- El libro amorfo
- La tragedia de los padres
- El escriba (A los industriales y mineros de mi país)
- Dedicatoria