En un video club de Santiago, un par de amigos matan las horas en un trabajo que representa casi todas las formas posibles del tedio, hasta que comienzan ocurrir algunas cosas extrañas.
Cajas de películas que se caen, gente que desaparece sin explicación. Ese el punto de partida para una historia que deriva hacia la fantasía extrema de confundir ficción con realidad en la vida de los personajes que se cruzan con los VHS que arriendan en el local. Convertido en una especie de Aleph pop, el video club deviene en una factoría de aventuras que, como ocurre en las películas, a veces tienen final feliz.
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