Una tía loca se convierte en el punctum familiar a partir del cual se despliega, primero, un paisaje británico y, después, una especie de genealogía que va desde la lectura de algunos clásicos hasta el descubrimiento del amor, con todo lo que ello implica.
Con un tono justo y medido, Fernández Biggs construye de manera impecable una voz que funciona como espejo y, en un arco que no desconoce el humor ni la tragedia, refleja desde un punto de vista menor la densidad completa de un linaje familiar.
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