En el teatro de Pinter, el punto de partida es la vocación poética de su autor que expresa un sentimiento de validez universal: la certeza que tiene el individuo del desconocimiento de la naturaleza de su propio ser. Su teatro arranca de una situación psicológica personal en la que el individuo se halla totalmente solo. La habitación pinteriana es un proceso cerrado con forma poligonal delimitado por seis vértices en los que se sitúan personajes que representan arquetipos activos, pasivos o neutros, de una conciencia individual. La interacción de estos aspectos de la conciencia humana podría provocar la salida del recinto trascendiendo su forma hexagonal, que se ampliaría hasta adquirir una forma octogonal. En el teatro de Pinter, la habitación es el motivo; el tránsito es el tema, y el individuo es el protagonista. Se trata de un testimonio del Hombre y de su circustancia existencial.