La doble formación, filosófica y musical, de Theodor Wiesengrund Adorno tiñe de un color especial los muchos escritos que publicó sobre teoría y práctica de la música, entre ellos las magníficas monografías sobre Richard Wagner, Gustav Mahler y Alban Berg. Únicamente un compositor se le resistió, en cierto sentido. Ni en un solo periodo de su vida activa dejó Adorno de anotar pensamientos a propósito de la figura y la obra de Ludwig van Beethoven, pero nunca llegó a cerrar una visión global que su honestidad intelectual juzgara lo bastante coherente para justificar un libro mil veces anunciado y otras tantas aplazado.
Paradójicamente, el cúmulo de apuntes sobre Beethoven hallados en su legado y ordenados por el editor Rolf Tiedemann ha acabado por constituir la monografía musical no sólo más extensa, sino también más intensa, jamás escrita por Adorno. Fragmentarios y parciales, los análisis en ella reunidos son, sin embargo, tan incisivos y ricos como tal vez sólo Nietzsche –otro artista pensador, o viceversa–consiguió serlo en sus aforismos. Y la misma confesión de no haber sido capaz de encajar la Missa solemnis en el corpus beethoveniano resulta, antes que la afirmación de un fracaso, la de un triunfo de la comprensión: el triunfo de un libro inacabado pero no incompleto, finalmente convertido en una gran obra de música, de filosofía y filosofía de la música.
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- AKAL / MÚSICA 68
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- BEETHOVEN. Filosofía de la música
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