LLAMAR canciones a lo que hace Joaquín Sabina es no decirlo todo: sus letras tienen algo más, una fuerza literaria poco común, un poder de sugestión que las ha transformado en himnos, en la banda sonora de la vida de un público que encuentra en ellas el talento y la ambición del poeta, el ingenio del buscador de rimas y la profundidad del escritor serio, tenaz, que sabe que cada verso debe tener enterrado su propio tesoro y cuánto hay que cavar para encontrarlo. No son muchos los compositores cuyos textos aguantan una lectura al margen de la música, y esos pocos son los más grandes: Dylan, Cohen, José Alfredo Jiménez o Brassens. Es decir, los que fueron sus maestros y él ha convertido en sus iguales. Esta antología lo demuestra: es pura música para los ojos. B. P.
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- Índice
- Prólogo: Las letras de un poeta, de Benjamín Prado
- Calle melancolía
- Pongamos que hablo de Madrid
- Caballo de cartón
- Por el túnel
- Cuando era más joven
- Princesa
- Eva tomando el sol
- Y si amanece por fin
- Corre, dijo la tortuga
- Y nos dieron las diez
- La del pirata cojo
- Esta noche contigo
- Por el bulevar de los sueños rotos
- Siete crisantemos
- Ruido
- Contigo
- Aves de paso
- Y sin embargo
- Ahora que…
- 19 días y 500 noches
- Una canción para la Magdalena
- El caso de la rubia platino
- De purísima y oro
- No permita la virgen
- Peces de ciudad
- Yo también sé jugarme la boca
- Cuando me hablan del destino
- Nos sobran los motivos
- Rosa de Lima
- Virgen de la Amargura
- Agua pasada
- Embustera
- Menos dos alas
- Quién más, quién menos
- No tan deprisa
- Lo niego todo