La biografía de Waldo de los Ríos, escrita por Miguel Fernández.
La historia de uno de los compositores más trascendentales del siglo XX en España.
Poco antes de la medianoche del 28 de marzo de 1977, un amigo encontró moribundo al compositor Waldo de los Ríos en el dormitorio de invitados de su casa madrileña. Desde hacía varios meses, De los Ríos atravesaba una mala racha: había adelgazado mucho, bebía, trasnochaba, tomaba constantemente tranquilizantes y se sentía amenazado por unas extrañas llamadas telefónicas de las que no daba muchos detalles. Además, vivía obsesionado con la idea de perder la fortuna que había amasado desde que, ocho años antes, compusiera el Himno a la Alegría, un disco que alcanzó el éxito en Estados Unidos, Alemania o Canadá. Su peculiar forma de orquestar había servido, además, para lanzar al estrellato a artistas como Raphael, Karina o Mari Trini. Por sus manos, habían pasado muchos de los éxitos de los años sesenta y setenta: desde Cállate niña, a La Yenka pasando por la sintonía de Curro Jiménez. Aunque era un personaje popular en España, Argentina o Francia, Waldo de los Ríos se sentía solo y triste en aquél duro invierno de 1977, en el que sucesos como los asesinatos de Atocha, la catástrofe aérea de Los Rodeos o los atentados de ETA sobresaltaron a la sociedad española. Junto a la cama en la que fue hallado malherido, la policía encontró una escopeta, varias fotos, dos casetes que reproducían las voces de un hombre y de su madre, y una cámara de vídeo. Pese a las dudas de algunos amigos y familiares, la investigación policial concluyó con celeridad que el músico se había suicidado. Poco después, el cadáver, fue embalsamado y trasladado en un ataúd sellado a Buenos Aires, donde la dictadura argentina le negó cualquier reconocimiento público.
Casi medio siglo después, la pregunta sigue sin respuesta: ¿Qué hubo detrás de la muerte de Waldo de los Ríos?
«¿Cuál fue el pecado de Waldo? Para mí ninguno, pero la gente no perdona cuando alguien hace las cosas bien y gana dinero.» Ástor Piazzolla
«Sr. De los Ríos: Muchas gracias por dejarme escuchar los discos y cassettes. Me han encantado. Pienso que usted es un compositor con mucho talento. Sin duda.» Stanley Kubrick