Cuenta dos historias que suceden en el mismo lugar aun cuando estén separadas por cuatrocientos años. Se trata de dos personajes a quien también les unía el mismo oficio: agricultores. Nada parecía alterar sus vidas profesionales. En ambos casos, sucede algo especial que da un vuelco a su vida, a su pueblo y toda su nación. El primero estaba trabajando en el lagar de su padre, el segundo con las manos en el arado. Estamos hablando del pueblo hebreo, de Israel. De la mano de estos personajes y otros que le acompañaron, recorreremos episodios decisivos que forman parte de la identidad de este pueblo tan singular y que nos ayudan a entender algunas de las situaciones que aún hoy siguen viviendo.