Despertó el maestro Behebit y entonces, el físico retiró el emplasto de su pecho hundido y le informó:
—Estamos en la estación de la inundación. Has dormido todo un año. —
Reconozco que es un buen modo de orientar al enfermo que sale de un coma, pero a mí me hubiera gustado decirle que:
“Hoy, Egipto es un lago partido en su seno por un Nilo turbulento de amarillos.
Borrados los límites del río las orillas apenas detienen su curso hacia el Gran Verde, el Mediterráneo.
Y las voces blancas del agua se acallan al entrar en el templo de Karnak vencidas por los cánticos teológicos.”
Mientras Behebit dormía, le conté que mi esposa murió con mi hijita agarrada a su pelo mate. Las dos me abandonaron, azul cielo, en un parto a la vida que llegó a muerte.
… Apenas hace un suspiro que marcharon juntas al reino de Osiris… y ya no recuerdo el dibujo de sus caras y en ésta ausencia de ellas aún me duele evocarlas.
¡Que pronto se despega de nosotros el presente!
Y que rápido llega a nuestra memoria el pasado.
Quiero olvidar pero no puedo.
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