El pozo de la premonición y otros relatos

CRÓNICA DE AMOR Y ODIO Quien mira para otro lado despreciando el amor, más tarde terminará abrazando el odio. El autor. Stanley la quería demasiado para desearle la muerte pero si hubiera que hacerlo, solo sería él el único ejecutor silencioso, astuto, despiadado y auténtico. Siempre había confiado en ella y habría dado su vida en favor de la confianza y jamás pudo imaginar que ella la pequeña y delicada mujer de sus sueños, el único amor de su vida. La única que supo entenderle en los momentos delicados de su accidente y enfermedad, pudiera traicionarle con otro hombre de incipiente juventud. Pero así fue y de ello supo Stanley aquella tarde lluviosa de un otoño cálido y apacible en el momento en que el teléfono dejo de sonar y se silenció la voz de todos los días que apaciguaba su oído dejando la mente montaraz y celosa descansando tranquila junto al colchón plácido de los buenos pensamientos. Primero dejó de sonar para más adelante y cuando él llamó nadie descolgó para atender su llamada, sabiendo que ella estaba al otro lado sin atreverse a cogerlo y con el corazón convulso por el resentimiento del pecado y de la traición. En la mente sorprendida de Stanley se fraguaba el liquido de la venganza al tiempo que en su corazón latía el compás lento de un psicópata dormido. Ella parecía que no quería hablar con él y se sentía mal por el remordimiento de una simple huida hacia si misma pues en verdad que aún no le había engañado pero sí que estaba a punto de hacerlo ya que había conocido aquella tarde a un apuesto joven solo dos años mayor que ella y que le había gustado tanto por su gracia en el hablar como por sus garabatos en el pelo, sus rizos desgreñados y su color negro como el azabache. Se sentía mal y un poco asustada pues conocía el carácter agresivo y agrio de su amado Stanley con el llevaba ya dos años compartiendo felices sueños de amor y confidencias pero no de futuro, el cual, a ella se le hacía lejano e imposible por razones puramente familiares. Sus padres no aprobaban la relación con Stanley pues este era mucho mayor que ella y en determinadas ocasiones, muchas tal vez, discutían por las tremendas diferencias generacionales. Ella era moderna y del tiempo de la droga, la música, las noches largas y las mañanas de sueños ininterrumpidos, la bebida, el baile y la juerga continuada a la que Stanley, si bien en un principio supo adaptarse, ahora ya estaba cansado y quería una estabilidad mas tranquila y una situación menos corrompida y alegre. Por lo demás y en cuanto a la convivencia se entendían perfectamente y en el acto del amor mucho mejor pues la experiencia de él unida a la juventud de ella formaban un perfecto acoplamiento aunque ya para él pesaba un poco la carga emocional y los continuos viajes al jardín del Edén, al lugar de las noches sin sueño, al patio desierto y silencioso del vaivén del amor y de los deseos. Estaba cansado mientras que ella gozaba de una salud de hierro y deseos cada vez mayores de gozo y satisfacción.