En mitad de la noche, Conner Calhoun escuchó un grito de socorro: tenía que salvar a la viuda de su hermano y a sus dos hijos. Conner se había enamorado de Abigail nada más verla, aunque sabía que nunca podría tenerla. Ahora su amor prohibido estaba viviendo en su rancho, donde les resultaría imposible esconder su secreto.
Cada vez que le daba un abrazo al pequeño Cody o acunaba a la pequeña Sarah, recordaba antiguos deseos... y un favor que había hecho por amor. Su honor le decía que no debía reclamar lo que era suyo, a menos que Abby deseara que lo hiciera…