Se dio cuenta de que se había convertido en parte inseparable del rey guerrero.
Salvaje e indomable, Tarek al-Khalij no se había propuesto nunca ser el sultán de Tahar. Se sentía más cómodo con una espada que con una corona. Para curar las heridas que le había infligido su propio hermano, necesitaba recurrir a su arma más preciosa… ¡una prometida de la realeza!
Elegante y aristocrática, la reina Olivia tenía el objetivo de educar a Tarek en el arte de la política. A cambio, él sacó a la luz una pasión desbocada de la que ella no había creído ser capaz.