Pedir deseos es fácil. Y si crees que con lanzar una moneda a un pozo abandonado y sentarte a esperar a que se cumplan es suficiente, vas lista.
Pedir deseos es complicado. Sobre todo si la magia está de por medio y un ente maligno va tras tus pasos.
Tampoco ayuda ser el centro de atención de la déspota y cruel líder de tu clase o del matón de turno, que tu ex mejor amigo vuelva a ponerse en tu camino por capricho del destino y te confunda todavía más o que te enamores de alguien al que eres inaccesible por completo.
Me llamo Sonia, tengo diecisiete años y después de pedir un deseo a un pozo abandonado esta es la realidad con la que vivo a diario.
Ahora solo pienso que mejor me habría estado quietecita porque mi único objetivo es sobrevivir y que esa cosa no haga daño a la gente que me importa.
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