En las selvas y playas de Annobón, desde cuyas alturas no pueden contemplarse otros horizontes que los del infinito y fronterizo mar, hunden sus raíces la familia y la cultura de Juan Tomás Ávila Laurel, por más que él naciese ya en Malabo, la capital de otra isla mucho más poblada y mucho menos periférica. De aquellas selvas y de aquellas playas de Annobón nace también, por supuesto, la literatura de Juan Tomás, que es una literatura que reúne los ingredientes típicos del relato de frontera: un poco de épica, algo de tragedia, la sinceridad descriptiva de un memorialismo que tiene mucho de biográfico y no poco de etnográfico. Y, planeando por encima de todo, la conciencia (profundísimamente arraigada en el ideario del autor) de cumplir la función de habitante, testigo y cronista de un margen (geográfico, lingüístico, cultural) desde el que se contempla muy lejano el centro, y muy cercano el abismal azul.
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