Cuando la vida se puede leer de otra manera...
Tal vez, la flauta del Flautista de Hamelín no podía con todo y el canto de la Cigarra servía para algo. Tal vez, las hermanas de Cenicienta no eran envidiosas y las cuentas de la Lechera eran muy cabales. Bendito el sueño de la Bella Durmiente y bendito el Lobo que protegía a Caperucita Roja, abandonada un día por una madre con prisas...