«Una farola parpadeaba. Si la miraba, quedaría atrapado en su código de señales».
Bernardo y Marcos son hermanos. Distintos, aunque, en cierta forma, complementarios. Sus vidas no se parecen. Ambos viven, cada uno a su manera, tratando de mantener un complicado equilibrio entre la realidad, que les resulta poco acogedora, y pequeños fragmentos de una fantasía modulada. Bernardo la crea y se sirve de ella. Marcos la padece y reniega de sus efectos. El azar pone en el camino de los hermanos a Ana, que publica libros en los que cataloga la iconografía de lo simbólico, y a Sofía, su hija de once años, una niña especial, dotada de una intuitiva imaginación que parece alterar su percepción de las cosas, dotándolas de una dimensión mágica.