El país, Guyimará; la capital, San Diego de Altagracia; las provincias Tacarama y Póntigo Cobimbano; las ciudades de Alhajuela y Puerto del Manglar y el poblado de Guacarambó vienen de mí. Con la única excepción del milagro de las anchas hojas verdes, todos los hechos que aparecen en esta novela pueden ocurrir o ya han ocurrido, por desgracia, más de alguna vez en la vida real de mi patria grande, la América morena, y los humanos no hemos conseguido inventarnos una vacuna que evite que vuelvan a producirse en el futuro de cualquiera de nuestros países. Odio decir que ha habido cosas que ocurrieron, que pasaron, que sucedieron; me carga hablar y oír hablar de lo terrible que fue, cuando pasó lo que pasó; de los hechos que se produjeron, de lo que aconteció..., porque ningún golpe de estado, ninguna guerra pasa ni pasó, ni sucede ni sucedió, ni ocurre ni se produjo: los hace el hombre. Y cuando miles de personas abandonan sus países en avalancha, lo hacen porque alguien ―singular o plural― pretextando darle contundente lección a algún tirano, en su país o en el de al lado, o bien queriendo imponerles su modo de vida y sus valores morales que considera superiores, los está echando de sus países, les está bombardeando las casas, les está haciendo irrespirable el aire, los está matando, los está obligando a huir.
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- Índice
- 1. Libiamo
- 2. Las moscas
- 3. El oráculo
- 4. Los perros
- 5. El maleficio