Este libro se ocupa de la postsecularidad, un concepto que nos sitúa más allá del horizonte de la secularidad moderna y de sus promesas. La tensión entre el proyecto de secularización moderno y los reclamos de respeto hacia una concepción religiosa de la vida y del orden social suponen un desafío tanto para la sociología como para la gestión cotidiana de los pluralismos. Y ahí es donde el presupuesto de que habitamos un mundo postsecular encuentra su plasmación empírica, pues ya no cabe ignorar la reclamación de protagonismo público por parte de las cosmovisiones religiosas, como tampoco cabe ignorar el legado de la sospecha sistemática contra las cosmovisiones asentadas sobre verdades irrebatibles. Esa apertura a cuestionar lo incondicionado se presenta como un rasgo de las sociedades postseculares que han de posicionarse con o frente a ese modelo de resolución de los problemas convivenciales. En realidad, lo que comparece es la cuestión del diálogo entre creencias y prácticas en sus procesos instituyentes. Un reto democrático que aquí se atiende desde las diversas tradiciones específicas de la pluralidad de la experiencia religiosa y desde los cuadros más amplios de la organización de la convivencia.