Casalduero sigue paso a paso los capítulos del Quijote, destacando los elementos esenciales, los propiamente determinantes de la acción y de sus múltiples incidencias. El propósito de Cervantes de «trasladar el mundo de la imaginación idealizada al de la imaginación de la realidad» no es, como supusieron críticos muy posteriores, «sustituir el mundo imaginado por el mundo real». No quería proponernos un mundo real, ni tendía su novela a mostrar la necesidad de admitir tal supuesto, porque «vivía la oposición entre lo pasado y lo presente». Si hubiera apuntado a una visión realista del mundo, la hubiera conseguido, pero su intención era otra; por eso no insiste en la observación, sino que «de lo que se muestra orgulloso es de su capacidad de inventor». Esta idea, que explica y reduce las antinomias entre el Quijote y las demás obras cervantinas, singularmente el Persiles, está en la línea de las utilizadas, desde hace años, para revisar el problema del realismo español, y no dejará de ser útil para ensanchar la brecha ya abierta en las teorías tradicionalmente aceptadas.