Al igual que Josef K., protagonista de El proceso, amanece un día prácticamente «detenido» y «culpable», Gregor Samsa se despierta un mañana convertido en un horrible bicho. No parece que se trate de un castigo divino, una maldición o un sortilegio, sino simplemente de una transformación, de una metamorfosis, imprevista, instantánea e inexplicable. Múltiples son las lecturas que ha merecido esta obra maestra del siglo XX. Recordemos sin embargo que el propio autor leía riéndose el texto a sus amigos. ¿Por qué no dejarse llevar esta vez por el humor irreverente de Franz Kafka?