La psicología tiene varios elementos en común con la ética -a veces hasta el punto de confundirse con ella-o Pero, además, ambas disciplinas comparten una dificultad epistemológica. Como objeto de saber, la psyche ha mudado en el tiempo las posibles condiciones de su comprensión, de manera que su diacronía no ha servido para construir un discurso unificado sobre su estatuto ontológico, y ha dejado, al parecer, solo la impronta de intuiciones fragmentadas en diferentes discursos acerca de la mente. Como resultado, no tenemos una psicología, sino la evidencia plural de las escuelas psicológicas. Por su parte, la ética sufre, como ninguna otra disciplina, los efectos horadantes de la pregunta de Hume: ¿Cómo sustentar causalmente la realidad de un efecto o consecuencia? Y a partir de este, otros interrogantes: ¿Cómo-sustentar objetivamente, racionalmente, cualquier axiología sin partir de una petición de principio, una falacia naturalista o un pensamiento de deseo? ¿Cómo evitar ese deontologismo kantiano que da por supuesto lo que se debe demostrar? ¿Qué hacer ante ese teleologismo aristotélico de la acción moral que ahora parece disfrazarse con una máscara de naturalismo o teoría política democrática, de consensos y deseos de \'una\' mayoría? A estas dudas debemos agregar, inevitablemente, las propias de la epistemología como disciplina y de la historia de la ciencia en general.