27 a. C. Las intrigas políticas y las traiciones están a la orden del día en el Imperio romano. Las ansias de poder de muchos de sus senadores les llevan a cometer actos reprobables en contra de sus propios aliados y hay políticos que están dispuestos a cometer infames asesinatos con el fin de que prevalezca su autoridad por encima de los demás.
Nadie había preparado a Aradia para lo que le aconteció a su familia y nadie la había puesto al corriente de la situación en la que ella misma se encontraba. Una aciaga noche su vida tranquila y pacífica quedó rota por los acontecimientos que se desencadenaron y su protección pasó a manos del hombre por el que ella siempre había aguardado en silencio.
El general Máximo Magno, uno de los centuriones más aguerridos del Imperio, un hombre destinado al norte de sus confines, regresó a Roma para darse cuenta de que su madre, en su ausencia, había tomado algunas decisiones por él. Y, fruto de ellas, se vio encadenado a una chiquilla a la que siempre había visto como una niña.
Lejos de Roma, en Iulia Augusta Emerita, ambos tendrán que hacer frente a las consecuencias de actos ajenos. Los dos tendrán que empezar a conocerse y a aprender a convivir con el otro. Pero en aquellos tiempos las relaciones entre esposos eran liberales, la mentalidad no casaba mucho con la fidelidad y Aradia tendrá que aprender a reprimir sus celos y… confiar.