«La primera misericordia que vi de este amantísimo Padre fué ver mi corazón tan grande como todo el mundo, como que era arca en que cabía el Todopoderoso; pero oh! Válgame Dios! que seguedad tan ciega la mia! Pero Bendito Seas, que me has dado como llorarlo, que ni aún escribirlo puedo; pues me sucedió cuando era yo obrera y desde por la mañana comenzó esta visión y me duró todo el día; yo con una fatiga y ahinco de desecharlo y quitar esto de mi; y para esto cargaba piedras, ladrillos, adobes y mezcla, que me parece que trabajé más que un peón en todo el día; y todo fué en vano, porque hasta que me dormi estuve así; porque como siempre he sido caballo no atendía a que eran cosas de Dios. Después estuve tantos días viendo la mano de Dios sobre mi cabeza, y aunque conocía que era su mano, no hacía caso, ni dejaba mis vicios ni se lo decía al confesor, ni a naide: sino pasando, después tuve un sueño que fué que estaba yo en una huerta. sola y vide abrirse el suelo y salir unas llamas tan voraces, que conocí ser mi castigo, y que me reducía a cenizas sin remedio; y con este conflicto alcé los ojos al cielo y vide un escudo del Carmen».
Hermana María de Jesús,
Autobiografía espiritual