¿Quién mató a Tsun? ¿Por qué? Esas preguntas urgentes, en la mejor tradición del policial negro, hacen vibrar desde la primera hasta la última página de Chinardos. Pero a medida que avanzamos nos inquietan también otras preguntas: ¿cómo ponerle una camisa a un cadáver ya rígido? ¿Cómo castiga a los transgresores la mafia china en la Argentina? ¿Cómo se llevan los chinos con los gitanos? ¿Cómo suena un chino cuando dice en voz alta las palabras “Sos muy puta”? ¿Qué cosa es un otaku? ¿Y por qué los otaku usan seudónimo? ¿Cómo debe reaccionar un chino que se hace respetar cuando alguien lo llama “sandalia de paja”? y lo más importante de todo: ¿qué aspecto tiene Mar del Plata en abril?
La novela de Fernando del Río tiene esta rara y maravillosa cualidad: atrapa al lector por la curiosidad de saber qué pasó, pero también por la excitante certeza de obtener un acceso privilegiado a mundos ocultos. Desde los trucos secretos del oficio de funebrero hasta la vida sexual de los fanáticos del animé, del Río conoce los recovecos del mundo que habitan sus personajes y está dispuesto a compartir su saber. En definitiva, Chinardos es una novela sobre la identidad: el inmigrante que debe hacerse una identidad y un lugar propios en la lejana Argentina que lo recibe, el “otaku” que elige una identidad alternativa en su personaje preferido, la adolescente en busca de identidad sexual. Preguntas aún más interesantes que las nada simples respuestas. Chinardos es la mejor introducción a ese subgénero que en pocos años ganó un lugar privilegiado en el canon nacional: el policial marplatense.
Gonzalo Garcés