Estudio introductorio de Gregorio Torres Nebrera.
Pocos libros pueden identificarse tan plenamente con su autor, y pocos autores pueden sentirse esencialmente resumidos en un libro como es el caso del binomio Castilla y José Martínez Ruiz, «Azorín». Nunca un título tan escuetamente sencillo tuvo tanta resonancia emblemática de una etapa literaria (el Noventayocho que hizo de la región central de España el símbolo de toda su geografía moral y de toda su historia necesitada de regeneración y de redescubrimiento) como este librito aparecido en 1912, de modo que Castilla se ha convertido, con el tiempo, en el libro azoriniano que ha tenido hasta el momento más ediciones y ha suscitado mejor literatura crítica sobre él —amén de diversos artículos sobre su contenido—. Este libro de Azorín es un viaje de ida y de regreso, circular, como el eterno retorno, al mismo punto de partida: un espacio cerrado —como la simbólica casa de este último relato— que se llama —espacial e históricamente— Castilla, que está muy lejos del mar, pero que sueña con el mar y el tiempo.