La religión vive unos momentos de profunda confusión ya que es al tiempo negada y jaleada. Es negada por los criterios de valor en nuestra sociedad, a saber, la aceleración del tiempo, la multiplicación de vivencias y la centralidad del dinero. Ahí no hay lugar para la contemplación, la experiencia o los valores morales. Pero es, al tiempo, celebrada como religión verdadera por el capitalismo. Este sabe que para mantenerse no basta la cuenta de resultados. Es importante además que la gente vea en el capitalismo un sistema de creencias. Y lo ha logrado al convertir el dinero en objeto de culto del que no hay manera de librarse por más que este culto no propicie la salvación sino la deuda y la culpa.