Las redes humanas nos convocan, algunas veces caemos en las que otros nos tienden, las mismas a veces nos salvan de la muerte o nos conducen a ella, nos atrapan y nos manipulan aprovechando nuestra necesidad de compartir, de pertenecer; allí encontramos mentiras y grandes verdades, manipulaciones, canales de denuncia y hasta un medio para sentir que encajamos, a veces desde la verdad y a veces desde la imagen inventada donde el deseo de compartir y la rivalidad están a la orden del día. Es una paradoja que en una época en la que las posibilidades de conexión son infinitas, la forma de hacer relaciones comience desde la virtualidad como detonante, dejando a la piel en un segundo plano. En algunos momentos las construimos para esclavizar y destruir, para vengar nuestros dolores o simplemente para sentir que podemos controlar las vidas de otros, como una forma de esclavitud.