Vargas Vila, se ha defendido siempre, de haber escrito y de escribir versos; el Pegaso áptero, no ha sido su corcel de guerra; la Prosa alada y victoriosa, ha sido su único instrumento de combate; nadie ha amado como él a los poetas; pero nadie los ha envidiado menos; ya lo ha dicho en alguna parte; su pluma, no tiene la forma de una lira, sino la de una espada; el vuelo de los cisnes, lo enamora, pero, ama más el vuelo de las águilas. (...) Sus labios no han bebido en la copa del Verso, demasiado estrecha para apagar su sed; se ha limitado a amar el Verso, sin ensayar hacerlo; el Verso, lo ahogaría, en sus tejidos de oro; las bruscas alas de su estilo, rompen la estructura clásica de las estrofas;
el poder imaginativo de sus visiones verbales, descoyunta los hemistiquios, despedaza
el endecasílabo, y arroja al viento las cenizas del venerable alejandrino pulverizado;
su impotencia de entrar en la Métrica, lo hace rebelde contra esa cárcel de cristal.